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Hombres y mujeres para los demás

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EIDES
Fecha de publicación: 
Mayo 2015

El año 1973 Pedro Arrupe, general de la Compañía de Jesús, pronunció un discurso histórico ante los Antiguos alumnos de los colegios de jesuitas de Europa. A la luz del Concilio Vaticano II y de los signos de los tiempos, se actualizaba la espiritualidad ignaciana. El discurso sugerente e inspirador también para nuestros días, nos invita a vivir el cristianismo en clave de opción de vida por la justicia y a favor de los más empobrecidos.

Autor/a

Pedro Arrupe, sj. nació en Bilbao en 1907 y estudió medicina antes de entrar a la Compañía de Jesús cuando tenía veinte años. En 1938 fue enviado a la misión jesuita en Japón, donde pasaría una buena parte de su vida. Allí experimentó de primera mano la catástrofe de la primera bomba atómica que explotó sobre Hiroshima y  su vida se vio profundamente afectada por este acontecimiento. En 1954 fue nombrado superior de la misión del Japón y en 1965 elegido Superior General de la Compañía de Jesús. En este cargo impulsó y guió las reformas promovidas por el Concilio Vaticano II, y que culminaron en la Congregación general 32. Fue esta Congregación la que expresó el compromiso de los jesuitas en el trabajo por la promoción de la justicia en todos los ámbitos de la actividad humana. El 7 de agosto de 1981 Arrupe sufrió una trombosis cerebral que paralizó todo su costado derecho; su incapacidad fue creciendo progresivamente hasta su muerte casi diez años después el 5 de febrero de 1991. Su legado ha dejado una profunda huella en la Compañía de Jesús, y su inspiración está en la base de muchos  centros como Cristianisme i Justícia. 

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