Thomas Piketty afirma que el capital y su rendimiento crecen desmesuradamente por su cuenta, más de lo que crece la economía. Esto tiene graves consecuencias, no solamente económicas, sino también humanas ya que produce desigualdades cada vez mayores. Precisamente, la igualdad había sido el objetivo de los economistas más clásicos, en parte inspirados por una igualdad teológica que condensava tal como Dios concebía a los seres humanos: hijos de un mismo Padre, hermanos todos en Cristo y, por tanto, iguales entre ellos.