Nuestro mundo de hoy es plural. En él convivimos personas que pensamos de manera distinta, procedentes de distintas tradiciones culturales, religiosas, ideológicas... Basta con pasear por las calles de nuestras ciudades. Una pluralidad que lo puede ser todo menos pacífica, pues, a menudo, complica la solución de los problemas comunes. Entre todos, podríamos ir buscando, en el seno de este pluralismo, aquello que nos pueda unir en el ámbito de los valores o de los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos.